LA REGIÓN ,EDITORIAL

30-04-2009
Ourense ha sido, desde tiempos inmemoriales y para los sucesivos gobiernos nacionales o autonómicos sin distinción de colores ni ideologías, simplemente una tierra de paso. A pesar de las muchas promesas -expresadas habitualmente coincidiendo con periodos electorales nada de lo que se ha gestionado ni pretendido para esta provincia ha pasado de constituir una medianía destinada a cubrir apresuradamente el expediente, sin que responsables políticos de cualquier condición creyeran realmente en la necesidad de comprometerse con los ourensanos ni los tuvieran en cuenta entre sus prioridades. Ourense ha sido hasta el momento para los políticos un medio más que un fin, y lo poco que se ha coronado en ella se aplica para enjugar las carencias de otras latitudes y no las suyas.Así ocurre por ejemplo con la autovía a Madrid o el trazado del AVE, que si bien transcurren por esta provincia, no lo hacen para identificarse con ella sino como parte de un trayecto más amplio, de tal suerte que discurren por aquí porque no hay otro remedio y no porque alguien apueste verdaderamente por la provincia ni se comprometa en serio con lo que significa y lo que en justicia merece.No hace falta mucha memoria ni es menester un esfuerzo muy continuado para enumerar un catálogo de situaciones que necesitan del apoyo directo de la Administración y aguardan un cambio de tendencia que nunca llega. El Plan Galicia pasó por Ourense sin tocarla, nadie ha percibido los beneficios de los famosos planes de reequilibrio territorial que aspiraba a poner en marcha el anterior bipartito y el sector turístico aguarda decisiones que ayuden a desarrollar una política acorde con su enorme potencial en aspectos tan destacados como el termalismo. Y mientras las Administraciones se vuelcan en otros territorios, Ourense se desangra asfixiada con una crisis que está descabezando su industria, especialmente la de automoción, y que propicia un desolador panorama minado, sólo en lo que va de año, por 14 expedientes reguladores y la pérdida de casi 600 puestos de trabajo.Los gestos exhibidos hasta ahora por un presidente ourensano que ha recibido el voto mayoritario de esta provincia no ofrecen muchos resquicios para suponer que va a cambiar la tendencia ni siquiera cuando la Xunta está liderada por uno de los hijos de Ourense. Esta sospecha obliga a plantar cara. Basta ya de que los ourensanos sean considerados plato de segunda mesa y de que se desprecie su existencia, su conciencia y sus inquietudes. Ha llegado la hora de exigir en defensa de una provincia de Galicia que tiene el mismo derecho que las demás a ser tratada con la más alta consideración y valorada en la medida que merece. Basta de mediocridad y desprecio. Basta ya de que las decisiones de Ourense sean tomadas en Santiago sin tener en cuenta lo que Ourense quiere y necesita. Basta ya de amparar a mediocres y a ambiciosos, que se limitan a utilizar a esta tierra y a sus gentes en su propio beneficio o como medio para rocambolescas estrategias. Ourense no puede seguir constituyendo ni un minuto más una tierra de paso ni pasar por alto ni una más, ni una sola decisión que no tenga su origen en las prioridades y en los intereses de esta provincia. El crédito se ha agotado. Ourense no debe dejar pasar ni una más. A nadie.